El saber pedagógico y docencia: elementos sustanciales para la formación profesional a nivel universitario.
Por: Yoder Rivadeneira Díaz
El
aporte del docente al quehacer educativo y pedagógico es sustancial, para los
cambios que puedan provocarse en el contexto educativo; y, en ello, tiene mucho
que ver su formación y capacitación pedagógica; es decir, el saber pedagógico,
el rol docente y la práctica pedagógica. Estos aspectosconstituyen un nuevo
desafío para la pedagogía en los momentos actuales. Casas y García (2016)
manifiestan que,
“el ensenar responde a
la demanda de construcción del saber pedagógico expresado en la escritura de la
práctica diaria del oficio, es el docente quien decide qué aporte de la
didáctica, la psicología, la antropología, la sociología o cualquier otra
disciplina es pertinente y relevante en el quehacer cotidiano. Para el docente
la clase se ha convertido en una herramienta para fundar la relación pedagógica
entre la teoría y la práctica, entre experiencia y reflexión, y donde la
problemática de la escuela converge en su totalidad.” (Casas y García. 2016.
Pp. 136).
Por
tanto, existe una necesidad de establecer una interrelación entre el saber
pedagógico del docente y la pedagogía; ya que, los conocimientos que tenga el
docente sobre los contenidos que imparte o dicho de otra manera, sobre lo que
compartirá (enseña) con sus estudiantes, es a mi modo de entender un aspecto
relevante para la formación profesional; derivado de múltiples instancias como
pueden ser: formación académica, experiencias laborales, concepción de la
educación y del mundo, filosofía de vida, entre otros. De ahí surge la
necesidad de refundar la práctica pedagógica con carácter humanista-social,
además de modificar en forma planificada ciertos elementos y roles en el
docente, alumno, ambiente, estrategias, evaluaciones, tecnología, aprendizaje,
enseñanza, e incorporar otros componentes importantes dentro del proceso como
la creatividad, los sentimientos y los valores. Con el propósito de que este
sujeto pedagógico contemporáneo tenga características de agente transformador,
de cambio, y constructor de conocimientos de acuerdo a sus necesidades
individuales y colectivas.
“El
saber acompaña a y configura la enseñanza en la medida en que se desarrolla en
escenarios socioculturales, donde los docentes constituyen subjetividades”
(Casas y García. 2016. Pp. 136), que implica la necesidad de cuestionar la
práctica y el rol docente para generar los cambios hacia una acción que vincule
la teoría con la praxis.
Tradicionalmente,
la actividad docente ha sido concebida como un acto de enseñar y transmitir
conocimientos, en lo que Paulo Freire llamó “la educación bancaria”
(acumuladora de información), ya que el estudiante simplemente es un objeto del
proceso educativo y el docente un personaje pasivo sin ninguna actitud crítica
ni propositiva. Hoy el cuestionamiento a la actividad docente, se enmarca en
que este se vuelva un sujeto activo, reflexivo, capaz de autoevaluarse y un
investigador de su realidad; al mismo tiempo, que se convierta en autor y
creador de conocimiento, en un innovador educativo dispuesto a proponer modelos
educativos y pedagógicos alternativos a los tradicionales.
En
este contexto, la formación del profesorado resulta un tema de gran relevancia,
para el mejoramiento de la práctica docente que implicaría un proceso que
integre algunos elementos como: investigación formativa para el conocimiento de
su contexto sociocultural tanto por estudiantes, docentes y comunidad;
estrategias didácticas activas e innovadoras que contribuyan al desarrollo de
habilidades, competencias y aprendizajes significativos en los educandos. Las
preguntas que surge de forma inmediata serían ¿A quién le correspondería esta
formación de profesorado? ¿Qué institución estaría con mejor predisposición
para asumir este reto? ¿Qué características debe contemplar esta formación del
profesorado que cuestione las prácticas docentes actuales?. Con todas la
deficiencias o aciertos que puedan tener, considero que este papel les
corresponde a las universidades, que como instituciones de educación superior
son las encargadas de la formación de profesionales en las áreas que la
sociedad requiere; pero también, la de dotar de herramientas pedagógicas a
nivel: conceptual, metodológico, didáctico a los docentes que carecen de las
mismas, o potenciar las que tienen, enfocadas al mejoramiento de la calidad de
la educación. Al respecto, Tomàs (2001) citado por Más Torelló (2011) afirma
que,
“volver a pensar la
Universidad significa reconceptualizar el papel del profesorado, de los
estudiantes, de la enseñanza-aprendizaje, de la investigación, del gobierno y
la gestión”, significando este replanteamiento en la función docente “dejar el
papel de reproductor de conocimiento e ir hacia un orientador de
aprendizajes...” ya que, también, se reorienta el aprendizaje de los
estudiantes que “debe permitir adquirir conocimientos pero especialmente
saberlos buscar, procesar y aplicar”. Tomàs (2001: 7)
Por
tanto, la formación del profesorado resulta esencial en los actuales momentos
por la trascendencia de contar con una multidiversidad de estrategias
metodológicas, para el desarrollo de competencias investigadoras,
psicopedagógicas, comunicacionales, lingüísticas incluso, de tal manera que la
práctica docente recobre la relevancia que se merece; para ello, será necesario
contar con planes formativos basados en las necesidades de los docentes,
significativos y contextualizados; en este sentido, bien vale la pena mencionar
a García Ruiz, quien señala que siguiendo las palabras de Delors respecto a los
cuatro pilares de la educación, el profesor universitario debe “saber” debe ser
un gran conocedor de su disciplina, debe “saber hacer” tanto en el ámbito de la
investigación como en el de la docencia, debe “saber ser” en todos los
sentidos; el profesor debe enseñar, pero también debe educar a sus alumnos,
debe ser un ejemplo de ciudadano para ellos, debe ser una persona justa,
equilibrada, cercan; y, finalmente, el profesor universitario debe “saber
trabajar en equipo” con sus compañeros, aunque en la Universidad ya existen
grupos consolidados de investigación en los que se ha demostrado la capacidad
de trabajo en equipo en el ámbito investigador, es necesario trasladar esta
capacidad de cooperación al ámbito docente. (García Ruiz, et. al. 2006. Pp.
14). Estas son ideas iniciales que dejo para reflexión sobre la formación del
profesorado a nivel universitario.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Bentolila, Saada,
Cometta, Ana Lía, Arce, Adriana. (2014). LOS
SABERES PEDAGÓGICOS DEL DOCENTE: ENTRE LA TRADICIÓN, LAS HUELLAS DE LA
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INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN. Espacios de investigación y divulgación. 29, 30 y
31 de octubre de 2014. NEES - Facultad de Ciencias Humanas – UNCPBA. Tandil –
Argentina.
Casas, Claudia Patricia y García Néstor Alfonso. (2016). EL SABER PEDAGÓGICO: CATEGORÍA QUE
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Volume 25, Issue 2, 2016, Pages 132-140. https://doi.org/10.1016/j.reper.2016.02.014
Contreras,
Contreras, Claudia. (2013). LA FORMACIÓN
DEL PROFESORADO UNIVERSITARIO ORIENTADA HACIA LA TRANSFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD
DOCENTE. UNA PROPUESTA BASADA EN INCIDENTES CRÍTICOS. Tesis de Doctorado
Interuniversitario en Psicología de la Educación. Universitat Autónoma de
Barcelona.
García Ruiz, M.R.,
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ISSN: 0214-9877. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=3498/349832311001
García, C. M.
(2001). APRENDER A ENSEÑAR PARA LA
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO. Revista Complutense de Educación, 12 (2),
531-593
Mas Torelló,
Òscar. (2011). EL PROFESOR UNIVERSITARIO:
SUS COMPETENCIAS Y FORMACIÓN. Profesorado. Revista de currículum y
formación del profesorado. VOL. 15, 3 (Diciembre 2011). ISSN 1989-639X (edición
electrónica)
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